Respetarte Es Elegirte
Cuando leemos la palabra «respeto», la asociamos inmediatamente a que debemos ser corteses con los demás, y que -a su vez- los demás deben mostrar ese respeto por nosotros, para que podamos construir una sociedad más humana, más digna y más justa.
Pero, como siempre, voy a decepcionarlos un poquito e insistirles con lo mismo que les insisto en todos mis posts: TODO EMPIEZA CON UNO MISMO. Así que no importa cuánto respeto deseen que exista en nuestra sociedad y en nuestro planeta. Porque primero hay que masterizar el respeto por nosotros! Y una vez que lo tenemos, podremos extenderlo a las demás personas, demás seres y demás cosas.
Es algo en lo que casi nunca reflexionamos, pero: qué tanto nos respetamos?
Respetarnos a nosotr@s mism@ es aceptarnos tal y como somos. Aceptar nuestro sentir. Aceptar lo que somos AQUÍ Y AHORA. No mañana, no ayer. Porque siempre somos distintos, somos seres cambiantes. Y nuestras necesidades cambian, lo que sentimos cambia, lo que deseamos cambia. Y hay que aceptar y honrar eso. Eso es respetarnos.
Y a veces nos obligamos a hacer cosas, nos obligamos a vivir de cierta forma y nos obligamos a adaptarnos a ciertos patrones que no resuenan con nuestra esencia! Y lo hacemos porque lo dicen los demás o porque -de alguna forma- nosotros mismos hemos construido una pequeña cárcel alrededor de nosotros, y nos hemos auto-encasillado en alguna ocupación o característica que pensamos que no podemos soltar, porque ya es parte de nuestra identidad. Y esa falsa identidad nos da seguridad.
Reflexionemos:
- Hacemos las cosas porque nace de nosotros hacerlas? O estamos sujetos a dictados sociales y patrones que en realidad no nos pertenecen?
- Qué mensajes escuchamos? Aquellos mensajes (muchas veces equivocados) que nos mandan los demas? O los mensajes propios de nuestro espíritu, aquellos que resuenan con lo que somos?
- Satisfacemos nuestras necesidades reales o las de los demás?
Amigo@s, cuando respetamos nuestro auténtico ser, todo lo que sale de nosotros es bello. Todo lo que manifestamos es la Verdad.
Prestemos atención a ello. Prestemos atención a aquellos momentos en los que pasamos por encima de nosotr@s mism@s, y a aquellas situaciones en las que vamos contra nuestra propia naturaleza, y nuestro propio ser.
Disfrutar de la vida y del día a día empieza por eso: por respetarnos, aceptarnos y honrarnos. Pues al aceptarnos no vivimos con esa eterna resistencia a lo que es, que nos causa tanto dolor.
Respetar nuestros deseos NO es ser egoísta
El respeto hacia nosotros mismos y el priorizar lo que deseamos JAMÁS será egoísta o irá en contra de la vida, o de los demás. Pues respetarnos es respetar nuestro espíritu. Es aprender a elegir aquello que nos alimenta y nos suma, y aprender a dejar o soltar aquello que va contra esa fuerza de vida.
Podría parecer que es fácil o lógico que respetemos nuestro espíritu y nuestro ser, pero la verdad es que es un aprendizaje y un proceso constante. Y no porque no sea algo innato en nosotros, porque lo es! Sino miren cómo los niños pequeños tienen muy claro ese respeto a sus necesidades. Pero a medida que vamos creciendo vamos adoptando ciertos patrones y ciertas identificaciones que luego nos cuesta mucho soltar. Y muchas veces empezamos a hacer las cosas solo por «demostrar»; y no sólo a los demás, sino también demostrarnos a nosotros mismos que ‘somos capaces’, que ‘somos valiosos’, que ‘somos merecedores’.
Y la verdad es que al espíritu no le importa demostrar, porque demostrar es del ego. Y el espíritu sólo quiere SER.
Por eso, hay que prestar atención. Prestar atención a qué nos mueve y nos llama, y también a qué nos aleja de nuestro propósito personal.
Y ese re-conocimiento de lo que realmente somos involucra dejar de juzgarnos, y a su vez establecer límites sanos, para con los demás y con lo demás.
En la medida que respetamos nuestro reino personal, podremos vivir en paz en él; y podremos extender ese respeto hacia afuera, hacia las demás personas y demás cosas de este mundo.
Los invito a preguntarnos, frente a cualquier circunstancia o situación: Esto va en sintonía con mi propósito y con aquello que genera vida en mí?
Y sé que es difícil, porque a veces a mí también me cuesta encontrar mi propia voz, que siento se pierde en medio de todas esas voces que no me pertenecen y en medio de esos rígidos «deberías» que nos acallan día a día sin que nos demos cuenta.
Pero todo empieza, como siempre, con esa decisión consciente de ser atentos en cada momento de nuestra vida.
Tratando de abrazar el aquí y el ahora.
Momento a momento.
Sólo así podremos oírnos y reconocernos y -por lo tanto- respetar nuestro ser.
Respetarte es elegir a qué le das tu atención
Imaginen que su atención es dinero. Y que tienen un presupuesto diario determinado para «gastar» esa atención.
En qué prefieren gastar ese presupuesto limitado? En cosas útiles o inútiles? Si se tratase de dinero real lo gastarían primero en las cosas vitales y necesarias, verdad?
Bueno, nuestra atención es energía, y nuestra energía es un recurso.
En qué quieren invertir su atención?
En preocuparse, sobre-pensar, en resentir cosas pasadas, y en la carencia?
O en pensamientos positivos, en agradecer, en disfrutar, en amarnos, en SENTIR?
Es por ello que cuando nos preocupamos y nos estresamos, al final terminamos sintiéndonos cansados y desgastados. Porque hemos utilizado la energía de nuestra atención en ello, y ya no queda disponible casi para nada más.
Y es un círculo vicioso, porque muchas veces ese cansancio mental y emocional lo tratamos de «aplacar» con actividades evitativas: netflix, redes sociales, youtube… No digo que dedicar algo de tiempo a esas cosas sea malo (nada es malo o bueno!), sino que hay que revisar desde dónde hacemos lo que hacemos. Porque, finalmente ese «presupuesto» de atención también se va en esas cosas! Y nos sentimos aún más cansados, aún más drenados.
Respetarnos es también decidir conscientemente -día a día y momento a momento- a qué le damos nuestra atención.
Es un recordatorio diario que debemos hacernos desde el amor y la compasión, amig@s.
Porque finalmente, manifestamos aquello que alimentamos en nuestro ser.
Preguntémonos todos los días: en qué estamos invirtiendo nuestra atención? Qué permitimos que ocupe nuestra mente, pensamientos y emociones? A qué le damos pase en nuestra vida?
Y así como somos cuidadosos con nuestro dinero, o con la elección de nuestros alimentos, elijamos alimentar nuestra energía mental y emocional con cosas que nos sumen y nutran nuestro espíritu. Y elijamos invertir esa energía y «gastarla» en pensamientos e ideas llenas de vida y presencia.
De nada sirve pre-ocuparse. Elijamos vivir y sentir HOY.
Respetar a los Demás
Y ya que hemos hablado del respeto a nosotros mismos, quería cerrar dejando claro que sólo desde ese respeto personal es que podemos extender el respeto a los demás.
Y en esencia, ese respeto a los demás consiste en aceptar al otro como es. Dejarlo ser. Y eso no significa tolerar abusos o permitir injusticias. Nada de eso. Porque al respetarnos a nosotros mismos primero, establecemos esos límites saludables para con los demás también. Y podemos sacar de nuestro reino personal a aquellas personas que trasgredan esas barreras. Claro que sí. Pero aún en esa circunstancia podemos seguir respetándolos. Pues respetarlos es simplemente no querer cambiarlos. Es respetar el proceso y el lugar de cada quien en esta existencia. Sin juicios. Sin querer controlar al otro. Porque el control y el juicio vienen del miedo, y el miedo no está acá, en el hoy. El miedo es nuestra mente y ego resistiéndose. Mientras que cuando nos sentimos plenos y presentes en nuestro propio reino personal, no hay cabida para ese miedo y esa falta de amor.
Y podemos decirle a alguien «adios» y sacarlo de nuestra vida, pero sin juzgarlo eternamente por sus «errores» y sin querer controlar o meternos en su proceso. Eso es respeto.
Los dejo con una frase de Don Miguel Ruiz:
«Mi trabajo no consiste en cambiarte.
Mi trabajo consiste en cambiarme a mí mismo».
Así que, amigos, atiéndanse primero ustedes. Respétense y acéptense primero ustedes. Lo demás cae por su propio peso. Pues al respetarnos y tratarnos con compasión y amor, establecemos automáticamente nuestras barreras y al mismo tiempo empatizamos con el otro pues lo reconocemos como un espejo nuestro. Y ya no hay lugar para juicios, chismorreos, señalamientos.
La única vía a la paz y felicidad es la aceptación. Y la aceptación es el presente. El hoy. Este momento.
Namasté :)