Permítete Ser Vulnerable (para sanar)
Si buscan en Google la definición de vulnerabilidad, aparece como sinónimo «debilidad», «flaqueza», y como antónimo «fortaleza».
Esto me hace reflexionar sobre cómo hemos interiorizado -como sociedad- el culto a «lo fuerte».
Vinculamos la fortaleza con éxito, y admiramos a quienes nos muestran esa característica.
Por el contrario, lo suave, lo blando y lo vulnerable son cosas que rechazamos.
La semana pasada conversábamos sobre lo importante de permanecer atentos en nuestra vida y en el presente, para así poder tomar consciencia de nuestra existencia momento a momento, y liberarnos de todas las creencias que nos han impuesto y que nos limitan, para poder acceder a ese autoconocimiento que nos liberará del sufrimiento. Y esa atención debe ir, en primer lugar, hacia lo que sentimos, hacia cómo nos encontramos aquí y ahora.
Y ese «permitirse sentir» requiere de mostrarnos vulnerables! Requiere de reconocer y aceptar lo que somos, sin filtros. Requiere de ver y tocar esos puntos y esas heridas que aún nos duelen. Porque sólo así podremos curarlas!
Por eso, para mí la vulnerabilidad es admirable. La suavidad es admirable. Ablandarnos es admirable. Porque requiere de un gran coraje y fuerza de corazón.
Los invito a reflexionar esta semana:
- Cuáles aspectos de mí mism@ rechazo por considerarlos suaves o delicados?
- Cuántas veces me reprimo o me controlo para no mostrar o sacar a la luz mi suavidad?
- En qué esferas de la vida considero que ser suave es ser débil? Es eso realmente cierto?
Si se ponen a pensar, el rechazo a lo suave tiene repercusiones profundas en nuestra sociedad. Es ese rechazo el que enseña a los niños a no llorar o mostrar sus emociones, y que al final crea hombres violentos y desconectados de su lado emocional. Es ese rechazo el que perpetúa el culto a los cuerpos tonificados, y desprecia la suavidad natural de nuestro abdomen y nuestras curvas. Lo suave siempre es rechazado.
Y a nivel de nuestro crecimiento personal, nos obliga a ponernos armaduras que nos distancian de nosotros mismos, al punto que llegamos a aparentar y utilizar máscaras que nos cuesta mucho identificar y retirar luego.
RECONCILIÁNDONOS CON NUESTRO LADO SUAVE
La madurez -para mí- no viene con la edad, sino a medida que aprendemos a abrazar la profundidad de nuestra vulnerabilidad.
Utilizamos mucha energía a lo largo de nuestra vida en ponernos armaduras encima, y no revelarnos. Y al hacerlo negamos mucho de lo que somos, y nos perdemos de nosotros mismos.
Lo hacemos por miedo, lo sé.
Pero el camino del autoconocimiento requiere -de forma obligatoria- de mirarnos, reconocernos y aceptarnos. Y para ello hay que retirar, con amor y compasión, todas esas capas que nos hemos puesto encima. Y es que no tenemos la culpa de tenerlas! Esta sociedad y esta cultura nos fuerzan a cubrirnos, nos llevan inconscientemente a avergonzarnos de nuestro lado suave… nos obligan a aferrarnos a la rigidez de las formas. Es parte de esta existencia humana. Pero si deseamos liberarnos de todos esos patrones pre-impuestos y encontrar la paz en nosotros mismos, depende de nosotros hacer ese trabajo de revelarnos y así poder sanar.
Para conocer nuestra verdad, que es LA verdad, tenemos que dejar esa dureza, y esa creencia de que «más es mejor» y «fuerza es poder». Pues la vida no es rígida ni dura, sino fluída.
Tenemos que reconciliarnos con nuestra suavidad y vulnerabilidad y exponer nuestras heridas al sol, porque cubiertas nunca llegarán a cicatrizarse. Y no confundamos esto con sentimentalismo! En el corazón y sus asuntos, por el contrario, hallamos intuición, claridad y profundidad.
Dolerá, quizá. Pero es una incomodidad pasajera, lo juro.
Porque siento que más grande es el dolor de una vida vivida sin sentir, sin amar(nos), sin SER. Más bien, sufrimos cuando nos negamos, cuando evitamos lo que hay, cuando nos resistimos a lo que ES.
Y porque en este momento, aquí y ahora, lo tenemos todo.
Estamos vivos. Y eso es hermoso.
No teman reconciliarse con su lado suave y vulnerable. Es también parte de lo que somos. Yo sé que el mundo les exigirá ser fuertes, productivos, exitosos, impenetrables. Pero, acaso esas exigencias nos han hecho sentirnos felices alguna vez? Acaso esas exigencias nos han hecho sentirnos plenos con nosotr@s mism@s?
Abracemos nuestra suavidad! Hay que verla, reconocerla y amarla. Porque es parte de lo que somos. Y no es buena ni mala, sólo es. Es lo que nos hace humanos. Es lo que nos permite desnudarnos y sentir.
Sí es admirable. Y no saben el gran poder que nos da honrar lo que sentimos, de la forma como lo sentimos. Porque las emociones no hay que repirmirlas, ni alimentarlas. Sólo hay que sentirlas. Con cuerpo, alma y corazón, aquí y ahora. Momento a momento. Sin juzgar ni etiquetar. Sin miedo a mostrarse débiles.
LO MASCULINO Y EL RECHAZO A LA SUAVIDAD
Cuando empecé con el blog, y mi camino de terapeuta en general, la mayoría de personas que se acercaban a mí -ya sea por ayuda, consejos o darme apoyo a mí- eran mujeres. Mis primeras seguidoras, y las que me mandaban mensajes: siempre mujeres.
Es recién estos últimos meses que he empezado a ver a chicos y hombres siguiéndome más por acá, comentándome más, y escribiéndome por interno más.
En estos espacios, en los que hablamos de nuestras emociones, de temas espirituales y de nuestros procesos del corazón, es habitual ver y encontrarnos sobre todo con mujeres. Esto es porque desde niñas nos han enseñado a hacer trabajo emocional. Y se suele relacionar eso con la feminidad.
Pero los chicos y hombres también tienen un mundo emocional, igualito al nuestro. Sólo que los han acostumbrado a huir de ese lado suyo, vinculándolo con debilidad. Los hombres, en su mayoría, andan tan desconectados de su mundo emocional, que ese poco manejo lo trasladan a sus relaciones interpersonales y a su vida en general. Y por ello vemos hombres poco empáticos, emocionalmente disfuncionales y -en los peores casos- violentos.
Es importantísimo dejar de relacionar lo emocional a lo débil. Emociones tenemos todos. Es parte de nuestra existencia humana. Todos sufrimos, todos lloramos, todos tememos, todos amamos.
Y por ello felicito a mis lectores y seguidores hombres. Por atreverse a ver más allá. Por atreverse a abrir esa puerta.
Si queremos cambiar como sociedad, podemos empezar por criar hombres y muchachos que no le teman a sus emociones. Hombres y muchachos empáticos. Hombres y muchachos que puedan mostrar lo que sienten sin reprimirse. Hombres y muchachos que encuentren la valentía y la fortaleza que reside en mostrarse.
Y ustedes, los chicos que me leen: sean esa llama que inspire a otros hombres.
Ser fuerte no es sinónimo de ser hombre. Los hombres -y todos- somos fuertes y suaves al mismo tiempo, y todo ello es hermoso, y digno de honrar.
Sanar es de valientes. Mirarse, sentirse y aceptarse es de valientes. Y ser valientes no es esa característica que nos han pintado, la que sólo poseen los super héroes, y aquellos que no le tienen miedo a nada. No. El coraje -como he dicho antes- viene de la palabra «corazón». Y es atreverse a seguirlo. A pesar del miedo, a pesar de las creencias. Es sentirnos y ser desde el corazón.
Esa es la verdadera valentía, amigos. Y en esa aceptación integral de lo que somos empieza el cambio. En esa atención, en ese observar y en ese sentir.
PARA SANAR HAY QUE SENTIR
Para sanar necesitamos descubrir nuestro lado vulnerable.
Y entiendo que no es fácil remover esas armaduras y esas aparentes fortalezas que hemos construido alrededor de nuestras heridas y de nuestras emociones. Mirarnos puede ser incómodo! Y eso es porque hay cosas que preferimos negar: nuestros juicios, nuestra soberbia, nuestro rencor. Pero hay que entender que esas cosas no son «errores» o «pecados», sino patrones de la mente totalmente trabajables. Y que a medida que los vamos mirando más, más poder pierden sobre nosotros.
Sanar y evolucionar, hallarnos y hallar nuestra paz interior no siempre va a ser un proceso lleno de dicha y positivismo constante. Apegarnos a ese «positivismo» es una prisión en sí, pues no se trata de forzarnos a «ser felices»! Hacerlo suprime la realidad, suprime lo que es; y lo que es no siempre es agradable. Al suprimir estas realidades las empujamos a las profundidades nuevamente, cuando para sanar hay que permitirlas aflorar, manifestarse y así liberarlas.
Por eso, hay que remover esas armaduras con amor, compasión y suavidad. Entendamos que hemos puesto esas armaduras para protegernos, para sobrevivir. Honremos también su presencia, como una manta calientita que nos resguardó cuando lo necesitábamos. Y así cuando llega el momento de desnudar nuestra vulnerabilidad para sanar, suavemente retiraremos estas capas a nuestro ritmo. Eso es tenernos compasión. Y la compasión es lo único que nos permite curar plenamente. No con culpas, sino con amor. Y poco a poco nos daremos cuenta que las heridas que antes nos dolían, son ahora pruebas vivientes de que podemos hacer milagros en nosotr@s mism@s. Son la evidencia de una vida plenamente vivida. Y es ahí donde descubrimos lo simples y sencillos que podemos ser en nuestra naturaleza humana. Cuando removemos etiquetas, juicios y suposiciones. Cuando nos libramos de las batallas mentales de nuestro sistema de creencias.
Todo esto es un proceso personal que tiene un ritmo delicado y particular.
Sean pacientes, no se anticipen… abracen cada momentito.
Pero en primer lugar: permítanse ser vulnerables. Encuéntrense y reconcíliense con su lado suave. En ello radica un gran poder. Atiendan y acepten lo que es, lo que son, y donde están.
Estamos juntos en esto.
Namasté :)
«Para hacer las elecciones correctas en tu vida, debes tomar contacto con tu alma. Para hacerlo, debes experimentar la soledad, que es temida por muchas personas. Pues en la soledad y en el silencio se encuentra la verdad, y aparecen las respuestas».
-Deepak Chopra