Los Riesgos Del Bypass Espiritual
Sanar es un proceso. Uno que requiere de mucha voluntad y coraje. Y con ‘sanar’ no sólo me refiero a recuperarnos de una pérdida o de una crisis. Sanar es esa acción continua de buscar la verdad de lo que somos, de descubrirnos capa a capa como una cebollita, resolver nuestros miedos más profundos y entenderlos, comprender nuestros propósitos y perdonarnos por esas pequeñas deslealtades que cometemos hacia nosotr@s mism@s en lo cotidiano.
Sin embargo, en esta era del internet y las redes sociales, vemos por todos lados personas perfectas en sus mats de yoga, con velas aromáticas de $30, una colección infinita de aceites esenciales y cristales, pintando mandalas y recitando mantras mientras que viajan a sitios impresionantes a hacer retiros detox, y que nos convencen de que podemos alcanzar esa versión más elevada de nosotros mismos cambiando nuestra dieta o siguiendo tal o cual estilo de vida, o que “limpiando” nuestra energía, alineando nuestros chakras y “vibrando alto” resolveremos toda la negatividad de nuestra vida.
La verdad, amig@s, es que la verdadera sanación no es ni bonita ni mágica; no es azucarada, ni llena de positivismo. Sanar y descubrirnos es incómodo, por momentos duro y agotador. Pues sanar involucra hacerle frente a nuestras sombras con honestidad.
Evadir nuestros miedos y heridas, e intercambiarlos por pseudo-positivismo es a lo que se le llama “bypass espiritual”. Es utilizar (erróneamente) el concepto de espiritualidad para “elevarnos” sobre nuestros problemas y conflictos personales. Es pretender vivir en una fantasía llena de luz y de experiencias sublimes, fingiendo algo que no somos. Y es que, en una cultura en la que se sobre-valora la felicidad, y se admira el sentirse contento todo el tiempo, cómo no sentir que algo anda mal en nosotros cuando nos toca lidiar con nuestros conflictos y nuestro dolor?
Buscando un poco de información para escribir este post, me topé con un ejemplo que lo grafica perfectamente: Una persona con problemas de manejo de la ira busca ayuda en una práctica espiritual (comunidad, terapia de sanación, lo que sea) cuyo mensaje de fondo es “soy amor, soy luz”. Repite afirmaciones, hace visualizaciones, limpia su energía. Y se siente bien, pero eventualmente toda esa ira enfrascada sale a relucir en explosiones de rabia. La persona se siente culpable y vive una contradicción, o –lo que es peor- canaliza esa culpa hacia un estado de violencia interior. Y es que, para sosegar nuestra ira, en realidad tenemos que mirar todo eso que hemos evitado, y descubrir qué miedos, heridas y culpas se esconden debajo. Qué desilusiones y dolores profundos hemos cargado por muchos años y necesitan que los dejemos ir. Y, amig@s, para dejar ir primero hay que sentir con todas nuestras fibras, embarrarnos en emociones, mirarnos con honestidad. Para dejar ir, hay que perdonar y perdonarnos.
Y a ver, con esto no quiero decir que no me gusten las velas aromáticas, o las terapias de sanación. Amo pintar mandalas, y AMO comprarme cristales y sí, también trato de ser positiva y sobre todo: creo en los milagros. Pero también creo que el verdadero trabajo, el que realmente nos permite despertar a una vida más consciente, no necesariamente es ese. Y creer lo contrario es auto-engañarnos y huir de nosotr@s mism@s, cuando nuestros conflictos y heridas siempre nos van a perseguir si no los miramos. Paradójicamente, la mejor forma de sanar es mirar y hacerle frente a eso que nos ha hecho daño. Y no será un camino lleno de luz y de vibración celestial, pero les prometo que es enriquecedor y hermoso – quizá no en la versión más Instagrameable de la palabra. No es un camino lineal con un inicio y una meta, sino que es permanente, con altos y bajos, con cosas nuevas por descubrir SIEMPRE, que requiere de mucha paciencia pero que cada vez se va haciendo más claro y sencillo.
Evitar nuestra oscuridad en nombre de la espiritualidad termina siendo anti-espiritual.
Por eso siempre digo que meditar y conectarnos con lo que somos no es un mundo de fantasía y lucecitas. Es más bien aterrizar con todo nuestro equipaje a la realidad de lo que somos, observarnos y reconocernos; y reconciliarnos con lo que ES para partir desde ahí.
Es buscar la verdad en todas sus formas.
Como dice Pema Chodron: “Amistarnos con la incertidumbre, aprender a relajarnos en medio del caos, enfrentar nuestros miedos – ese es el camino espiritual”. Y si queremos crecer y sanar, ese es el único camino disponible.
Eso sí: siempre con amabilidad y amor; siempre con paciencia a nuestros procesos y compasión por nosotr@s mism@s. Este viaje de regreso a ti mism@ es sólo tuyo. No permitas que nadie más te diga cómo atravesarlo. Hónralo, siéntelo y, por qué no, también disfrútalo. Pero siempre con valentía y honestidad. Ahí radica tu verdadero poder.
Namasté.
Abrazar nuestra vulnerabilidad es riesgoso, pero nunca tan peligroso como pasar nuestra vida huyendo de ella”
– Brené Brown