El Secreto Para Vivir En Paz Contigo Mismo

El Secreto Para Vivir En Paz Contigo Mismo

 

La primera vez que leí sobre la importancia del presente y algunas definiciones de “ego” fue en el 2006 en un libro de Osho que me prestó una amiga. En esa época aún estudiaba medicina y no tenía pensado (ni un poquito) orientar mi práctica a una un poco más espiritual o integral. Sin embargo, el tema resonó mucho conmigo, y años más tarde cuando leí “El Poder del Ahora” de Eckhart Tolle -y ya estaba un poco más encaminada a lo que hago hoy en día- entendí que vivir en presencia no sólo es fundamental, sino que es lo ÚNICO que nos va a llevar a ese estado de bienestar, de tranquilidad interior y de paz que buscamos. Todo lo demás se desprende de ello, o visto de otra forma: todos los caminos llevan a eso, a vivir en el presente con consciencia.

Los que me leen hace algún tiempo sabrán que los últimos meses recibí algunas “llamadas de atención” del universo, que me obligaron a reconectarme conmigo misma y con partes de mí que había olvidado y dejado de lado. Si bien ya tenía este blog, en el que me centro en el auto cuidado y el bienestar, me había distraído mucho en el 3D, en lo terrenal, y me había alejado de mi parte espiritual más esencial, que es justo esa: vivir el presente con plenitud. Fue justo ahí, en ese reencuentro conmigo mima, que volví a leer “El Poder del Ahora” después de mucho tiempo (lo recomiendo muchísimo), y reafirmé lo que ya había percibido de mí misma: que pese a mi profesión de terapeuta, pese a mi blog, pese a lo que predico, yo misma me estaba perdiendo (de a poquitos y sutilmente) en la mente y en el ego.

Saben? Enfocarse en metas terrenales no es malo. Al contrario, somos seres humanos terrestres, y hemos nacido para tener una existencia terrenal, por lo tanto tenemos y debemos adaptarnos al mundo material y a sus leyes. Por ello necesitamos un trabajo, necesitamos metas, necesitamos subsistir, realizarnos, mantenernos. También (y por lo mismo) necesitamos normas, necesitamos justicia, necesitamos derechos. Son nuestras necesidades terrestres y no podemos intentar ser “seres espirituales” 24/7, desprendidos al 100% de lo material, meditando mañana, tarde y noche. Quizá habrá algunos (pocos) que puedan hacer eso, pero siento y creo que por algo nacimos en la tierra, y es que justo ese es el reto: llevar nuestra vida humana en equilibrio con nuestra vida espiritual. Porque en nosotros coexisten las dos cosas. Es la una y la otra. Y son inseparables, y no podemos ver una y dejar de ver la otra porque nos fragmentamos.
Haciendo la historia corta, de alguna forma anduve los últimos años más enfocada en temas más terrestres. Leyendo noticias e indignándome por las cosas que pasan en el mundo. Quejándome de las injusticias que se cometen hacia los menos afortunados o los más vulnerables. Haciendo cólera porque “el país no avanza”, porque “hay tráfico”, porque “Lima está colapsando”, porque “el sistema no funciona”, porque a las mujeres nos matan, por la violencia, por la inseguridad. Y puede que esas cosas sean ciertas (lo son), y puede que saber de su existencia nos haga más conscientes de nuestros privilegios, más conscientes de lo que hay que trabajar, más empáticos, más justos. Tampoco podemos ser ciegos. Pero tampoco podemos olvidarnos de nosotros mismos en ese camino. Y debemos comprender que quejarse y molestarse no va a solucionar ni cambiar el mundo. Pues el trabajo empieza con uno. La paz empieza con uno. La justicia empieza siendo justo contigo. El amor se manifiesta, amándote primero.
Y admiro muchísimo a las personas que luchan contra las injusticias diariamente, los que luchan porque el mundo sea mejor, los que luchan por la paz desde la protesta o desde el activismo o desde las ONGs o desde cualquier asociación. Pero he entendido que MÍ camino no es ese. Prefiero ser portadora de buenas noticias. Prefiero aportar un mini granito de arena entendiendo y transmitiendo cómo encontrar la paz individual. Y por eso soy terapeuta. Porque así sean pocas personas a las que “llegue” mi ayuda (visto desde lo social), siento que el trabajo individual es la base de todo trabajo, y que en la medida que cada uno encuentre su verdadero camino, entienda su propósito y halle el bienestar en vivir, podremos aspirar a un bienestar más colectivo. Pues nadie puede dar lo que no tiene. Vuelvo a repetir, somos tierra y espíritu; somos integrales y necesitamos de nuestras dos partes.

Y es ahora que siento, más que nunca, que debo transmitir la importancia del presente en nuestras vidas. Por ello mis intenciones siempre están enfocadas a él. Y quería empezar una serie de posts sobre el tema (porque hay mucho por conversar), empezando por este a manera de introducción.

El presente es lo único que tenemos. Es lo único que existe. Mientras leen estas líneas, estas líneas son lo único que existe para ustedes. Lo que pasó en la mañana o más temprano ya no se puede cambiar. Lo que pasará en un par de horas o mañana, no lo sabemos. Pero tenemos un pequeño acompañante que nos hace creer lo contrario: nuestra mente. Y pensamos o creemos fehacientemente que SOMOS NUESTRA MENTE. La verdad es que nuestra mente es sólo nuestra herramienta de pensamiento. Lo que somos, en esencia, va MUCHO más allá de eso. Pero nuestra mente es poderosísima, y nos hace identificarnos con ella, creer que somos ella. Y lo interesante de la mente, es que NUNCA está en el presente. Como es una herramienta (muchas veces útil), sus recursos son utilizar el pasado y el futuro como referencia para todo. Y claro, esto nos sirve muchísimas veces: el pasado nos recuerda de lo que aprendimos, lo que no podemos repetir, la información estudiada. El futuro nos permite tener metas, planear ciertas cosas importantes para nuestra subsistencia, elaborar estrategias. Pero más allá de eso, el único lugar donde se encuentra todo ese potencial de desarrollo es el aquí y el ahora. Sin embargo el 99% del tiempo vivimos una mente horizontal, que salta de atrás hacia adelante, y a la que le cuesta centrarse en el hoy.

Observen su tristeza, observen su ansiedad, observen sus miedos, observen su angustia. Es por lo que pasó, o por lo que pasará. Es por aquello que nos “traumó”, es por esa herida que nos dolió, es por esas referencias que tenemos de otras personas y lo que les pasó. Es por esos pensamientos catastróficos que tienden a proyectar lo peor, es por esa anticipación, es por la pre-ocupación, por aquello que no podemos controlar, por esos temores de todo lo que podría salir mal en nuestras vidas, en la vida de los que queremos, en nuestras relaciones. Todo eso es la mente. Es el ego. Es la auto-importancia. Es nuestra “imagen”. Es querer controlar todo. Y nada de eso está acá.
Y claro, todo esto suena hermoso en palabras, pero cómo lograrlo? Cómo llegar a vivir una vida en presencia? Cómo desapegarnos del ego, de la comparación, de esa competencia interminable entre nosotros mismos, de esa sed de poder que todos tenemos en mayor o menor medida, de ese afán de controlarlo todo? Yo no tengo  todas las respuestas, pero sé que el primer paso es hacernos conscientes de esto. Cada vez que sufran, que sientan desdicha, pena, tristeza y dolor, identifiquen ese ego. Qué quiere ganar? Qué quiere obtener? De dónde salen sus miedos? Qué quiere controlar? Identifiquen sus ganas de poder y de auto importancia. Sólo obsérvenlo. Y se darán cuenta que todo dolor encierra eso: un ego herido que vive del pasado o del futuro. Y sigan observándolo. Muchas veces esa observación es suficiente para que, cada vez más –y de a poquitos- se filtren momentos de presencia en sus vidas. Pero observen sin juicio, sin juzgarse o culparse por sus errores, o por no poder desapegarse (la culpa también le pertenece al pasado!). Por el momento quédense con esto. Con ese observar. Ya iré escribiendo más posts del tema, con otros matices, con otros alcances. Pero créanme, estamos en esto juntos. Estamos en el mismo camino, tratando de ser más humanos y más divinos, más tierra y más espíritu, más auténticos… más reales. Si pueden meditar, háganlo; si pueden regalarse momentos a solas, para caminar en la naturaleza y desprenderse un rato de la mente, háganlo. Pero si no pueden, sólo obsérvense. Sin analizarlo. Conéctense consigo mismos y con lo que verdaderamente son.  Ese es el primer peldaño hacia esa paz interior, esa claridad y esa comprensión de la vida con consciencia. Hacia quitarnos las máscaras del ego que nos impiden ser felices y vivir con bienestar. Hacia el camino que nos lleve de vuelta a casa: hacia nosotros mismos y nuestra luz.

Gracias por leerme :)

Namasté.

P.D. Hace un tiempo escribí -para los interesados- un post sobre algunos ejercicios simples para encontrar la presencia en el día a día, pueden leerlo aquí.

Este verano anda bastante nublado, no? Pero creo que con todo y nubes, la playa siempre es hermosa :)

 


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