¿Cómo Sanar Nuestro Cuerpo Emocional?

¿Cómo Sanar Nuestro Cuerpo Emocional?

En Noviembre, después de una ruptura, y en medio de una avalancha de emociones, quería salir de Lima unos días para encontrarme un poco conmigo misma y centrarme, lejos del caos de la ciudad. Al inicio no tenía decidido el destino, pero supe desde el comienzo que quería ver agua. Me pasa y me ha pasado que siempre que atravieso algún tema emocional en mi vida empiezo a tener sueños sobre agua: que nado en una piscina gigante, que olas enormes vienen hacia mí, que floto en el mar calmado, que remo en lo que parece una laguna infinita… Y pues sentí que quería ver agua, por lo que decidí ir a Puno y hospedarme frente al lago y su inmensidad.

Ya luego entendí que el agua simboliza para mí las emociones. Las olas o la braveza del mar son mi estado emocional más movido y despierto. Remar es la corriente, esa corriente de sensaciones que creemos que debemos “vencer”. Pero siempre, ya sea en el mar o ya sea en el lago, la profundidad del agua es calmada, es silenciosa.

Y es que nuestra profundidad siempre es calmada.
Nuestra profundidad se alimenta de esa quietud.
Y todos tenemos esa profundidad, esa tranquilidad, esa inamovilidad. Sólo que, cómo llegar a ella?

 

Amanecer en el Hotel Taipikala, a orillas de Lago Titicaca.

 

Y creo que primero debemos entender un poco sobre las emociones, sobre qué son y para qué sirven… y para qué NO sirven. Y por eso escribo estas líneas porque quería compartir con ustedes aquello que he aprendido y leído en este camino del autoconocimiento, el autocuidado y el bienestar.

Muchos creemos que nuestro lado emocional es nuestro lado más profundo, aquello que realmente somos. Y eso no es verdad. Tenemos un cuerpo físico, que es el visible, el tangible, el material. Pero también tenemos un cuerpo mental y un cuerpo emocional. Que no son tan tangibles pero se sienten. Porque tenemos pensamientos y procesos mentales, y los identificamos – ese es el cuerpo mental. Y porque sentimos tristeza, alegría, miedo, rabia, y también las identificamos – ese es el cuerpo emocional. Pero así como nosotros no somos nuestro cuerpo, tampoco somos nuestros pensamientos ni nuestras emociones. Nuestra realidad, nuestra verdadera identidad va mucho más allá de estos cuerpos. Lo que somos no podemos expresarlo en palabras. Algunos lo llamarán espíritu, otros esencia, otros energía. Pero es eso lo que somos genuinamente, es nuestra consciencia suprema, nuestro yo más elevado, el que tiene las respuestas, el que integra las lecciones, el que vibra con la vida. Por lo tanto, NO: no somos nuestras emociones. Por el contrario, identificarse con las emociones es lo que nos trae dolor y sufrimiento.

La emoción –sea cual sea- existe para darnos información de lo que nos está pasando, de lo que estamos sintiendo. Es como un síntoma. Pero al mismo tiempo las emociones son energía, y por lo tanto, deben fluir sin estancarse. Pongo un ejemplo sencillo: Vas manejando y de pronto aparece otro auto y te cierra, te hace frenar de golpe. Lo evidente es que sientas rabia hacia el conductor que te cerró el paso. Y esa rabia sólo indica que el evento fue desagradable. Que lo percibes como “injusto”. Pero luego llegas a casa y no tiene sentido seguir cargando esa rabia. Si cargas esa rabia pues luego tratas mal a tu pareja, o a tus hijos, o llevas esa carga al trabajo o a cualquier otra actividad. Y esa rabia se estanca, y te amarga el día.
Alguna vez leí que la rabia naturalmente sólo dura 3 minutos en el cuerpo, luego de ese tiempo somos nosotros los que decidimos seguir molestos, resentidos. Esa es la emoción estancada. Y ya saben, lo que se estanca se pudre (como el agua).  Y es ahí cuando afloran el resentimiento, el rencor, y esos estados emocionales repetitivos de los que se nos hace difícil salir.

 

Chucuito – Puno. La Ruta Aymara.

 

Entonces el problema no son las emociones. Las emociones existen, y simplemente son. Somos nosotros los que les ponemos una carga mental a ellas, los que nos identificamos con ellas, los que nos resistimos a soltarlas, a dejarlas ir. Y aferrarnos a estas emociones es lo que nos trae dolor. Y mientras más nos resistamos a soltarlas, se convierten en un círculo vicioso en el que constantemente experimentamos las mismas emociones una y otra vez. Tanto que tan sólo un pensamiento puede despertar ese dolor en nosotros. Nos convertimos en víctimas, o en victimarios, pero siempre a partir de esas emociones que por lo general son causadas por pérdidas, abandonos, daño. Y dense cuenta, eso que nos despierta dolor por lo general está asociado al pasado. Algo del pasado resuena en nuestro presente (por algún estímulo) y activa ese cuerpo emocional adolorido.

Entonces, qué hacer?

El primer paso es permitirnos sentir. Hablé de ello en uno de mis últimos posts, y es que suena lógico pero por lo general es lo último que hacemos. Tendemos a resistirnos al dolor. Tendemos a taparlo, ocultarlo, evadirlo. Y claro, lo evadimos porque lo identificamos como algo no agradable. Pero saben? A medida que huimos de nuestras emociones, estas más nos van a perseguir. Y es que al huir le ponemos mucha mente, mucho pensamiento a eso que sentimos. Tratamos de encontrar las respuestas en lo mental y la verdad es que las respuestas (las verdaderas) nunca están ahí. Y es así que llenamos nuestra cabeza de “si hubiéramos…”, de “pobre yo”, de “debería…”, y reaccionamos. Y sólo reaccionamos. Y, ya lo saben, la reacción desde el dolor NUNCA lleva a la liberación de él. Por el contrario, genera más carga emocional, que se complica cuando encima choca con la carga emocional del otro.
Así que, SÓLO SIENTAN. Permítanse sentir sin juicios, sin identificaciones, sin caer en el victimismo. Si están tristes abracen esa tristeza, acéptenla en su presente como lo que es. Porque la tristeza solo es eso: tristeza. Lo mismo con la rabia, con el miedo. Sientan sin resistencias y verán como otro tipo de información llega a ustedes. Una información desde la aceptación de lo que es. Y les digo, la aceptación del presente es el primer paso para la transformación. Nunca nada se transforma desde la resistencia. Y vean, siempre nos tratamos de resistir a eso que no nos gusta. Porque desearíamos que todo sea de otra forma. De NUESTRA forma. Pero la verdad es que, nuestra forma no siempre es la forma del universo, de lo que es. Y empezando por aceptar eso es que podemos transformar nuestra realidad y crecer.

 

Juli – Puno. (La Ruta Aymara)

 

El segundo paso (aunque creo que se sobrepone con el primero) es observar. Y observar no es analizar o pensar. Es sólo eso: observar. A la más mínima señal de alguna emoción que aflore en nosotros, OBSERVEN. Sean siempre muy conscientes, no se duerman en su ego. El ego te dice que está bien tener rabia, que está bien ser víctima, que tus miedos tienen fundamentos. Porque el ego necesita esa validación. Pero despierten de él un rato y sólo observen. Y al observar uno toma distancia de esas emociones y entiendes que TÚ NO ERES TU RABIA, NO ERES TU MIEDO, NI TU TRISTEZA. No te definen. Y el observar tus emociones es como sacarlas a la luz. Y aquello que no se saca a la luz está destinado a repetirse una y otra vez en tu vida, y de forma cada vez más grande.

Las emociones no son buenas ni malas. Sólo son. Siéntanlas y obsérvenlas. Así cómo nos reímos de un chiste (emoción: alegría) y luego de ello esa risa pasa; aprendamos a ser así de desapegados con esas emociones “no tan agradables”. Y no es fácil. No digo que lo sea porque les estaría mintiendo. Porque esas emociones “desagradables” son producto de nuestras heridas pasadas, de nuestras pérdidas y vacíos. Pero sí les digo –y les prometo- que cuando se permiten sentir y se atreven a observar, las cosas empiezan a cambiar. No de la noche a la mañana, pero sí es un cambio tangible. Sólo hace falta un poco de valentía, de presencia… siempre de presencia. Y verán cómo todo dolor, todo “fracaso”, y toda herida es siempre una oportunidad para integrar nuestras lecciones y trascender.

Y ya saben, siempre que lo necesiten BUSQUEN AYUDA.  A veces necesitamos de alguna herramienta o algún empujoncito para atrevernos a caminar este sendero tan lindo del autoconocimiento. Y ese camino –les juro- siempre vale la pena.
Porque nuestra paz interior siempre va a valer la pena.
A veces creemos que nuestra meta en la vida es ser felices. Pero a medida que voy creciendo creo que nuestra meta es encontrar nuestra paz interior. Esa paz no es negociable, y está en nosotros. Sólo hace falta encontrarnos. Encontrarnos con eso que verdaderamente somos y que se muere por vibrar con esa danza tan bonita de la vida.

Pero ténganse paciencia. El sanar nuestro cuerpo emocional es un proceso. Un proceso lindo cuando uno se atreve a transitarlo, les prometo. Atrévanse! Mírense, siéntanse. El camino es siempre hacia arriba. Hacia nuestra transformación, hacia nuestra consciencia, hacia lo más genuino que somos.

Namasté.

 

Camino a Aramu Muro, La Ruta Aymara

 

Aramu Muro, roca donde se encuentra tallado un portal en bajo relieve. Se desconoce qué cultura o que civilización lo creo.

 

Más de Juli, conocida como la pequeña Roma de América por sus 4 iglesias construidas por los dominicos en el siglo 16.

 

Juli – Puno.

Chucuito :)

 

Atardecer en el Hotel Taipikala, Chucuito – Puno.

 

Sobre mi viaje a Puno: Decidí recorrer la Ruta Aymara (pues ya había ido a las islas anteriormente), que es un recorrido por la península de Chucuito, en la carretera hacia Bolivia. Puntos de Interés: Chucuito (ahí me hospedé), Aramu Muro, Juli, Pomata. Todos con increíbles vistas al Lago Titicaca. Lo recomiendo muchísimo :)

 


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