Ocúpate De Tu Vida, NO De La Mía
Ustedes saben cuánto me gusta hablar de autocuidado, de amor propio, de bienestar. Saben que para mí la prioridad es ocuparse de uno mismo, hacer lo que nos hace felices, conocer y satisfacer nuestras necesidades reales, ser leales con nosotros mismos, darnos amor. Y todo eso suena (y es) muy lindo. Pero hoy quiero mostrar la otra cara de la moneda. Y es que una de mis frases favoritas –y también lo he dicho antes- es “ser consecuente”. Porque predicar o desear algo, y por otro lado hacer todo lo contrario, es inconsecuente y de doble moral. ¿A qué me refiero? Me refiero a que muchos deseamos vivir de acuerdo a nuestros deseos genuinos y deseamos hacer aquello que nos haga felices; y parte de ese “ser auténticamente feliz” es el hecho de ignorar o hacer “oídos sordos” a lo que piensen los demás de nosotros. Sabemos que las personas siempre van a juzgarnos, y es un verdadero arte el poder restarle importancia a esos juicios. No nos gusta ser juzgados. Y acá viene la pregunta: ¿Acaso nosotros no juzgamos a los demás? Y a eso quería llegar con lo de ser consecuente: Todo bien con querernos y cuidarnos, pero tratemos de ser –un poco- empáticos con las demás personas. Muchos creemos que tenemos el derecho de andar opinando y soltando comentarios a los demás con ligereza. Pocas veces nos cuestionamos si esas cosas que decimos o esas “opiniones bienintencionadas” realmente son beneficiosas para el otro.
Me encantan los ejemplos, así que les cuento un ejemplo-anécdota personal. Hace ya varios años llevaba el pelo corto, muy corto. En todo ese tiempo, varias personas me decían: “Pame, el pelo largo te queda mucho mejor, ¿cuándo te lo dejas crecer?” A mí me incomodaba que me hagan esos comentarios, sobre todo porque habían unos un poco menos amables, cuestionando mi feminidad y cosas por el estilo. Me molestaba que me fastidien esos comentarios, pero no lograba entender por qué. Hasta que un día vi la figura clarísima: NO TENÍAN NINGUNA UTILIDAD. La o las personas que me lo decían no tenían una buena intención, o un afán de ayudarme. Claramente mi cabello estaba súper corto, ¿qué podía hacer? ¿Comprarme una peluca? Porque me iba a tomar más de un año hacerlo crecer. ¿De qué servía que estas personas me digan que no les gustaba mi pelo? Además, ¿piensan que porque me lo dicen les tengo que hacer caso? Y sobre todo: ¿Qué les importa? ¿Tiene relevancia mi estilo de peinado en sus vidas o en la mía? La respuesta es NO. Y entendí que aunque se disfracen de buenas intenciones, la mayoría de veces que la gente te da una opinión no solicitada es para hacerte sentir mal. Y sé que esto quizá no es intencional. Quizá no es adrede. Pero inconscientemente uno siente cierto poder al opinar sobre otro. Al juzgarlo. En este caso es algo súper tonto, como mi corte de pelo. Pero lamentablemente en la realidad la gente da su opinión no solicitada en TODO aspecto de nuestra vida. Y sé que muchos pensarán que puede que realmente las intenciones de estas personas sean ayudarnos, guiarnos, aconsejarnos. Pero NO. Si no tenemos empatía poco o nada podemos ayudar a los demás. Y empatía quiere decir tener ese mínimo de consciencia para con el otro, para entender que cada uno es un universo distinto. No conocemos (ni tenemos que conocer) lo que el otro piensa y siente, ni tenemos que conocer las razones por las cuales hacen algo o toman una decisión. A veces esos comentarios “bienintencionados” hacen sentir miserable a alguien. A veces esos comentarios pueden hundir al otro, pueden tocar su lado sensible, su punto de inseguridad. NO LO SABEMOS. Y como no lo sabemos, deberíamos tener el respeto suficiente como para no meter nuestras narices en lo que –sorry- no nos corresponde.
Hace algunos meses estaba yo sentada en una cafetería desayunando un pan con palta y un café. Deli. En eso una señora EQUIS, que nunca en mi vida había visto, se me acerca y me dice: “¿Qué es eso?” Y yo le digo: “Pan con palta” :). Y me responde: “¡Ay pero eso engorda!” Y se fue. Y yo me quedé desconcertada. ¿Por qué rayos una perfecta desconocida viene a opinar sobre MI comida? ¿Cuál es el objetivo de su comentario? ¿Hacerme sentir culpable por disfrutar un pan con palta? Nunca entendí. Pero con este segundo ejemplo quiero dar a entender que efectivamente las personas sienten que tienen derecho a opinar sobre tu vida, indiscriminadamente. Claramente ignoré a esta señora ese día, pero ¿qué pasa si tengo una relación no saludable con la comida? ¿Qué pasa si ese comentario dispara mil inseguridades y culpas? ¿Es justo que alguien haga que no disfrutemos nuestros alimentos? Y se aplica lo mismo a cualquier cosa. Como esas mujeres que no pueden tener hijos y tienen que SOPORTAR que venga equis, TODO EL TIEMPO, y le digan “Oye, ¿para cuándo?”. O cuando tomamos una decisión que nos cuesta y viene alguien a cuestionar nuestra decisión o decirnos “Oye, pero ¿mejor no sería esto otro?”. De verdad no nos damos cuenta, y a veces ni lo cuestionamos, pero esas son faltas de respeto. Faltas de respeto que pueden herir, pueden despertar traumas, generar conflictos internos. Y no. No es justo que NADIE nos haga sentir así.
Por eso acá les traigo unos consejitos que pueden auto-aplicar si es que no están seguros o seguras de decirle algo a alguien:
- Si la persona no te pide tu opinión NO SE LA DES. Si viene tu amiga y te pregunta si le queda mejor la falda roja o la negra, perfecto, le dices lo que te parece. Si no te pide que opines, NO OPINES. Lo mismo para los consejos.
- Si lo que vas a decir (el consejo u opinión) no ayuda o no es útil: NO LO DIGAS. Utilidad real. Tener el pelo corto o largo no es vital en la vida de nadie. Y así mil ejemplos.
- Cuando hagas un cumplido, que sea genuino. ¿No conocen a esas personas que hacen cumplidos del tipo: “Te queda bien ese color de pelo, pero el otro te quedaba MUCHO mejor” o “Hoy día sí que te has vestido bien”? Cuidado con esas personas. Sus cumplidos NO SON CUMPLIDOS. Son comentarios pasivo-agresivos. “Uy qué lindo esto PERO… (lo que sea)” es una forma de hacernos sentir mal. NO SON CUMPLIDOS REALES. Por eso, cuando quieran decir algo bueno sobre alguien, que sea porque realmente lo sienten. Sin peros.
- Si alguien te preocupa de verdad, o sientes que lo que está haciendo le causa un daño o un perjuicio a otros o a ellos mismos, y eres lo suficientemente cercano a esa persona, entonces SÍ puedes dar un consejo. Siempre que sea a) EN PRIVADO, y b) un acto de amor y desde el amor. Eso es muy diferente a opinar por opinar.
Seamos empáticos, amigos. Seamos consecuentes. No nos metamos en la vida de los demás, siempre que no nos estén causando un daño directo a nosotros o a alguien más. La vida no es sencilla. Hay decisiones que nos cuesta tomar, hay posturas que nos cuesta mantener, y ser genuino requiere de mucho valor. No necesitamos que, encima, alguien venga a cuestionar o invalidar esas decisiones, porque al invalidarlas nos invalidan a nosotros como personas. Por eso mismo, no lo hagan con los demás. Cada quién vive en un mundo que no conocemos. Y cada quién toma decisiones pensando que es lo mejor para sus vidas. Y eso, de verdad, no nos compete. Dejen vivir al resto, así como les gusta que los dejen vivir a ustedes: en paz. Ya saben lo que dicen: el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Así que muchas veces no importa si “la intención es buena”, lo que importa es el efecto real que nuestras palabras o actos tienen en los demás. Y no es justo (ni útil) hacer sentir mal al otro.
¡Me encantaría que me compartan sus experiencias! ¿Alguna vez los han hecho sentir mal con una opinión o consejo no solicitado? ¿Cómo suelen responder a ellos? Los leo :)
¡Tengan un fin de semana maravilloso!
Namasté.
-Pame
P.D. Quiero añadir que estas opiniones no solicitadas se dan sobre todo hacia mujeres. Y muchas veces hacia su apariencia o físico. Varios de los ejemplos que he puesto arriba son relacionados a eso. Por eso quiero invitarlos a empezar a dar otro tipo de cumplidos a las mujeres. Que lo primero que a una le digan no sea “qué linda estás”, o “qué bien te queda esto”. Porque eso es perpetuar el ser vistas como objetos, como cuerpos. Empecemos a halagar a las mujeres por sus logros, por sus trabajos, por sus metas cumplidas.